miércoles, 24 de febrero de 2016

La delgada línea del abuso de analgésicos

Los fármacos que combaten el dolor pueden causar dependencia, sobre todo cuando se recurre a la automedicación

Los opiáceos como la morfina pueden causar dependencia en determinados casos. Si el organismo se adapta a ese medicamento, su retirada brusca provoca un cuadro de malestar, el conocido síndrome de abstinencia. Incluso, antiinflamatorios que tienen potencial analgésico (llamados AINES) como el ibuprofeno pueden causar cierta dependencia, sobre todo si el paciente se automedica para tratar cefaleas, y los consume entre 15 y 20 días al mes, para evitar la reaparición del dolor.

“Hace apenas menos de un año las autoridades lanzaron la advertencia de que la forma de consumir estos medicamentos no era adecuada”, afirma el doctor Javier Meana, catedrático de Farmacología de la Universidad del País Vasco e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBERSAM). “Tenemos la mala costumbre de usar ibuprofeno para tratar procesos donde no hay inflamación y eso es como matar moscas a cañonazos, sobre todo por los efectos que pueden tener: úlceras gástricas, problemas renales y cardiovasculares”.

Habituación

Sin embargo, muchos pacientes sufren un dolor recurrente y se habitúan a fármacos que les ayuden a sobrellevarlo. De acuerdo a la intensidad, el dolor puede ser leve, cuando desaparece con analgésicos menores sin tener periodos de exacerbación; moderado, cuando se trata de igual manera y los periodos de exacerbación permiten el descanso nocturno; y el grave, que no remite con analgésicos menores e interrumpe el sueño. “Los médicos tenemos una escala del cero al diez, siendo éste el mayor dolor que se puede sentir”, explica la doctora Inmaculada García-Asenjo Hurtado, médico de Atención Primaria del Centro de Salud de Camaruel (Madrid).

La utilización de un analgésico puede convertirse en abuso y dependencia cuando el paciente lo usa de una manera desproporcionada. “Por ejemplo, cuando se siente dolor y tomamos la dosis más alta de ibuprofeno varias veces al día, debido a la creencia de que así será más eficaz, sin tener en cuenta que el médico podría indicar otro medicamento, como el paracetamol”, asegura la doctora García-Asenjo. “Para indicar un tratamiento, los médicos tenemos en cuenta las características de cada paciente: si es anciano, diabético, si vive solo, si acaba de sufrir un episodio traumático. Hacemos la adecuación del tratamiento al proceso del paciente con todas su características”.

En dolores crónicos, como los asociados a tumores, trastornos de lesiones nerviosas muy importantes o dolores artrósicos, se utilizan opiáceos. “Los opiáceos actúan en el sistema nervioso central, donde recibimos la sensación del dolor”, aclara el doctor Meana. “La dependencia es bien conocida con los opiáceos, pero como son fármacos muy controlados, requieren una receta especial”.

Los médicos de Atención Primaria pueden detectar cuando una persona abusa de los analgésicos, llegando a presentar un cuadro de dependencia. “En Atención Primaria hay muchos profesionales para atender este tiempo de situaciones”, manifiesta la doctora García-Asenjo. “Formamos parte de la red de sanidad pública, y los casos que ameriten atención especializada se remiten a esos servicios”.

La experta enumera las características de este tipo de pacientes: pierde la receta todos los días, sobre todo aquella donde están indicados los analgésicos que tienen codeína, como el jarabe para la tos; pide en concreto un preparado de paracetamol con codeína, diciendo que es el único que le quita su problema; puede mostrarse nervioso y muy exigente en la consulta; si no consigue que el médico le dé las recetas acude a otro, y así sucesivamente. “En estos casos hablamos con el paciente y en muchas ocasiones conseguimos atajar el problema a tiempo”.

En cuanto a los medicamentos que se venden sin control, como los AINES, también pueden causar una costumbre de uso frecuente en el paciente. “No se debe considerar una dependencia, porque la carga peyorativa de la palabra puede causar resistencia a usar medicamentos que pueden ser necesarios”, alerta el doctor Meana. “En estos casos, el médico intenta reducir el número de días que se toma el medicamento o saltar a otra alternativa terapéutica”.

Según su comportamiento en consulta y su historial, también se puede detectar un abuso de AINES por parte de un paciente: si reconoce tomar AINES desde hace dos años, con una frecuencia de entre 15 y 20 días al mes; o si afirma que, al dejar de tomarlo, sufre un terrible dolor de cabeza que le hace tomarse otro analgésico. “En estos casos, puedo detectar que hay una cefalea por abuso de AINES. “Es diferente aquella persona que te viene contando que está consumiendo opiáceos ilegales. Este tipo de consumo no tiene nada que ver con el dolor”, concluye el doctor Meana.

¿Abuso o adicción?

Los expertos advierten que no es lo mismo abusar que ser adicto. “Abusar es utilizar algo de una manera desproporcionada”, explica la doctora García-Asenjo. “Es Utilizar algo que no se necesita y hacerlo con más dosis que las necesarias. La adicción, sin embargo, se produce de otra manera: muchos medicamentos tienen un fenómeno de tolerancia por el que cada vez necesitas una dosis más alta para que surta efecto. Además del efecto de tolerancia, está la dependencia física, que aparece al dejar el medicamento diario. Aparecen síntomas como el síndrome de abstinencia, dolores, mal cuerpo, nervios, insomnio”.

Estos dos fenómenos son la base de la adicción. “Hay fármacos susceptibles de abuso”, advierte el doctor Meana. “Cuando el organismo asimila una sustancia exógena que produce efectos paralelos. Por ejemplo, si además de los efectos analgésicos produce bienestar, euforia, ése es un potencial medicamento de abuso”.

La escala del dolor

Además de la intensidad, el dolor se puede clasificar según su origen: cabeza, cólico nefrítico, garganta… dolores focalizados que se combaten con analgésicos puntuales. Pero existe otro tipo de dolor, el neuropático. Causado por una lesión del sistema nervioso, tanto central como periférico, requiere analgésicos fuertes y coadyuvantes, como los antidepresivos o anticonvulsionantes. Según esto, la escalera analgésica de la OMS es:

•Escalón primero o inferior (dolor leve): No opioides (antiinflamatorios no esteroideos [AINE], paracetamol, metamizol) +/- coadyuvantes.

•Escalón segundo o intermedio (dolor moderado): Opioides débiles (tramadol, codeína, hidrocodona) +/- No opioides +/- coadyuvantes.

•Escalón tercero o superior (dolor severo): Opioides fuertes (morfina, fentanilo) +/- No opioides +/- coadyuvantes.



Via elcorreo.com

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