domingo, 29 de noviembre de 2015

Sociedad Un estudio vincula a la obesidad en las mujeres con sus emociones

Muestran una mayor ingesta de alimentos cuando algo las inquieta y les provoca ansiedad, tristeza o enojo. En los varones, presentan estilos de alimentación menos saludables. Con esta perspectiva, se buscan tratamientos más personalizados, que incluyan el manejo del estado de ánimo. Además: el efecto en la masa corporal y la influencia en la diabetes.“Rica” es el calificativo que elige el informe para hablar de la discusión en torno al poder de las emociones en la dieta femenina. Cómo “la ingesta emocional juega un papel importante en la epidemia de la obesidad” es el eje de este relevamiento, a cargo de Mónica Katz, médica especialista en nutrición y directora de la Carrera de Especialista en Obesidad y del Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, que fue publicado junto a su colega Vanesa Anger en la revista Actualización en Nutrición.

“A partir de este hallazgo, surge la necesidad de establecer la conducta alimentaria particular de cada paciente obeso, para luego poder ofrecerle tratamientos más personalizados que incluyan el manejo de las emociones en quienes presentan hambre emocional”, propone Katz. El dato es relevante, además, si se tiene en cuenta que un elevado índice de masa corporal es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles, como la diabetes.

Según consignó Tiempo Argentino, la intención fue estudiar la relación entre las emociones autopercibidas, las preferencias gustativas y los hábitos alimentarios, según el índice de masa corporal (IMC) y el género de los consultantes en el Centro Dra. Katz en los últimos años. “Determinamos que los estilos de ingesta no saludables, como el descontrol alimentario o la hiperfagia, la preferencia gustativa por lo salado y la ingesta desencadenada por las emociones, se asociaron a un mayor IMC”, describió Anger.

El trabajo se hizo con las historias clínicas de 481 personas (399 mujeres y 82 hombres) mayores de 18 años que entre 2010 y 2013 se acercaron por primera vez a ese consultorio. Se obtuvo el consentimiento informado por parte de los involucrados y se exploraron variables como estilos de ingesta, frecuencia alimenticia, organización, comida nocturna, preferencias gustativas y emociones autopercibidas. Más de la mitad de los consultados era obesa, por eso la conclusión está apuntada a esa problemática.

De allí surgió que los varones presentaron estilos de comida menos saludables y una preferencia por los alimentos salados, mientras que ellas evidenciaron una mayor ingesta debido a sus emociones e inclinación por lo dulce. Según Anger, “una emoción es un estado mental y fisiológico conectado a una amplia gama de sentimientos, pensamientos y conductas. La ingesta emocional es conceptualizada como el comer en respuesta a estados afectivos. La teoría psicosomática ha sido la primera en establecer que los comedores emocionales carecen de la habilidad de distinguir entre el registro de hambre y otros estados emocionales negativos. Es por eso que, frente a las emociones, en particular a aquellas del polo negativo, utilizan la comida”.

No es la primera evidencia de esta teoría que entiende que, cuando experimentan emociones negativas, las personas con sobrepeso consumen más alimentos que las personas de peso promedio, aunque sigue sin haber hipótesis precisas sobre el proceso por el que esto ocurre. Sobre esto, las especialistas Katz y Anger ensayaron una idea: “Aquellas personas que manifestaron comer cuando están tristes o enojadas presentaron IMC más altos que quienes no tienden a comer motivadas por estas emociones”, señala el trabajo.

Mercedes Paiva, presidente de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN), analiza los resultados de este estudio y confirma que hay relación entre el comportamiento alimentario y las emociones, aunque aclara: “No sólo con la obesidad, las conductas alimentaria se aprenden en el contexto social y cultural de cada persona, y los adultos de referencia tienen en ese sentido un valor emocional.”

La licenciada María Cecilia Ponce, nutricionista de Laboratorio ALCAT Argentina, considera que la alimentación inadecuada se da, además de por las emociones negativas, por “falta de tiempo, de información calificada y de creatividad en preparar platos diferentes”, y agrega que, cuando alguien está fuera de su equilibrio, es habitual que busque gratificarse con situaciones inmediatas, lo cual lleva a empeorar su salud. “Por otro lado, las hormonas secretadas durante el periodo de estrés aumentan los niveles de glucosa en sangre, por lo cual el diabético es más afectado en estas situaciones”, aporta Ponce.

En el estudio del Centro Dra. Katz, la diferencia de género en el hábito alimenticio se evidencia, por ejemplo, en relación a la variable “estilo de ingesta”. El 31% de la muestra reconoció darse atracones, pero lo hace el 33,8% de las mujeres y sólo el 19,5% de los hombres. También hay diferencias sobre los horarios de ingesta. Los varones son más proclives a concentrar su alimentación después de las seis de la tarde (46,9%), mientras que sólo el 25,1% de las mujeres come mucho por la noche.

En cuanto a los gustos de cada uno, el 68,3% de los hombres eligen lo salado, contra el 45,4% de las mujeres, que en un 59% prefieren alimentos dulces, sobre el 34% de los varones.

El trabajo confirma que la ansiedad es la emoción más asociada a la necesidad de comer (el 74% de los consultados): 77% de mujeres y 61% de hombres expresaron que la canalizan mediante algún alimento. El 37% del total reconoció comer de más cuando está triste, pero ahí la diferencia es contundente: el 40,4% mujeres y el 19,5% de hombres, algo parecido a los casos de enojo, aunque en ese caso el porcentaje de varones asciende a 28.

Paiva cree que la diferencia entre hombres y mujeres en los hábitos de consumo de alimentos está más relacionada al modo que cada uno elige para bajar de peso. Para ello se apoya en la antropóloga española Eva Zafra, que identifica que las conductas que los varones usan para control el aumento de peso tienen relación con la actividad física y el concepto fuerza. “Por el contrario, las mujeres realizan el control del aumento de peso con la restricción de la ingesta”, describe la titular de FAGRAN, e introduce otra discusión: “El control social sobre el cuerpo de las mujeres se ejerce de muchas maneras y el lugar que ocupa está en pugna. Evitaría los tratamientos que cosifican a la mujer, con una simplificación del complejo proceso de reordenamiento socio cultural.” Por eso, la especialista agrega: “Propondría a las mujeres tener información sobre alimentación, consultar con un licenciado en nutrición, si es posible en el marco de un equipo interdisciplinario.”

Más allá de las diferencias de género en los hábitos alimenticios, para las investigadoras del Centro Dra. Katz, “es imprescindible avanzar en los estudios de los factores emocionales y comportamentales relacionados con la ingesta no homeostática y hedónica. Esto permitiría diseñar estrategias específicas para el manejo de las emociones e incluirlas en todos los programas de tratamiento de pacientes que presentan este tipo de actitudes hacia la comida”.

Gaseosas Light vs Cintura

Hace unos meses, un estudio de la Universidad de Texas reveló que las bebidas light provocan que el perímetro de cintura y la grasa abdominal aumenten a medio y largo plazo, debido a los edulcorantes artificiales que alteran las bacterias intestinales naturales del cuerpo.

Los investigadores siguieron 749 casos durante nueve años. Los dividieron en bebedores habituales de refrescos, bebedores ocasionales de refrescos y contrarios a este tipo de bebidas. Además, hicieron un seguimiento exhaustivo del tipo de bebidas que ingerían. Determinaron, en primer lugar, que aquellos que habían bebido un refresco light al día durante esos nueve años contaban con una cintura con un perímetro 7,62 centímetros mayor que al principio. Esta cifra contrasta con la de aquellos que sólo ingirieron este tipo de bebidas ocasionalmente (con un aumento de 5,08 centímetros) o nunca (2,54 cm).

También registraron que los que suelen beber refrescos light sufren también un aumento severo de la grasa abdominal. “El aumento fue tres veces mayor en los consumidores diarios de refrescos sin azúcar que en aquellos que no los tomaron”, explica el estudio.

Sharon Fowler, parte del estudio, determinó además que las gaseosas light podrían asociarse a un mayor riesgo de diabetes, infarto de miocardio, obesidad y accidentes cerebrovasculares.

Mejorando la dieta

-Planificar un menú semanal es el primer paso.

-Las verduras congeladas son prácticas y conservan sus nutrientes.

-Dejar las verduras lavadas y ralladas o cortadas en la heladera, así no hay excusas a la hora de tener que hacer la ensalada.

-Cocinar un día de la semana para dejar freezados los platos ya preparados, que pueden incluir sopas de verduras, tortillas de espinacas, soufflé o budines.

-Consultar con un especialista ayuda a no buscar soluciones mágicas y, de esa forma, generar un hábito de consumo más saludable.

*Fuente: infonews.com

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