lunes, 26 de mayo de 2014

Condenados a vivir en una pecera

Más de 400.000 personas en España padecen Sensibilidad Química Múltiple (SQM), el contacto con sustancias químicas les puede llevar a la muerte.

El actor Leonardo di Caprio, conocido activista de la protección del Medio Ambiente, ha adquirido recientemente un apartamento ecológico en Manhattan valorado en unos 8 millones de euros. Ha declarado que necesita protegerse, a él y a su familia, de todas las sustancias tóxicas que les rodean. Esta excentricidad, que es ya una tendencia en el mundo de los famosos y adinerados, es el fiel reflejo de lo que unos pueden hacer y otros no. Para más de 400.000 personas, unos cientos de miles más si consideramos el infradiagnóstico, vivir aislados no es una opción accesible, pese a que las consecuencias de estar en contacto con la toxicidad que les rodea puedan causarles graves trastornos, y hasta la muerte.

Pilar Muñoz-Calero, presidenta y directora de la consulta de Medicina Ambiental de la Fundación Alborada, cuyo principal objeto es la asistencia social mediante la Medicina Ambiental a personas con SQM y otras patologías en España, fue una de ellas.

«Me alimentaba de suero»

«Soy médico y, en esos momentos, tenía una Fundación para la rehabilitación de las adicciones. Llevaba una vida normal, con una gran sobrecarga de estrés pero me encontraba bien. Poco a poco empecé a sentirme mal, más cansada, con dolores de cabeza muy fuertes, debilidad en todo el cuerpo…. Lo achacaba a la edad porque eran síntomas muy inespecíficos», explica Pilar. Pero un día su carga tóxica llegó al límite y empezó a enfermar.

Por su condición de especialista, tuvo acceso a mayor información y ayudada por otros colegas, descubrió que padecía SQM. «Llegó un momento en el que ya no toleraba ningún contacto con el exterior, no podía ni comer ni prácticamente beber agua, me alimentaba de suero», señala. Descubrió que había un lugar en EE.UU donde podían tratarla y tuvo la suerte de que unos amigos le facilitaron el vuelo en un avión privado. Sin las medidas de aislamiento, le hubiera provocado la muerte.

«Allí pasé siete meses, recuperándome en una Unidad de Control Ambiental (UCA), la única que había en ese momento en todo el mundo. Llegué a estar en una silla de ruedas, y los médicos dudaban de que pudieran hacer algo por mí, mi carga tóxica era demasiado elevada, y mi organismo no podía reaccionar».

Así se gestó la idea

La formación de Pilar y su interés por el tema, la llevaron a participar en las sesiones semanales de expertos en las que se analizaban los casos y se recibían periódicamente de los organismos oficiales las predicciones de tóxicos en las diferentes ciudades de USA. Ahí empezó a gestarse la idea de la Fundación Alborada. «Tuve claro que algo tenía que hacer- afirma- no todo el mundo podía permitirse el tratamiento que yo había recibido ni viajar a EE.UU para salvar su vida». Y así fue como, a su regreso, creó la primera Unidad de Control Ambiental que hay actualmente en España, acreditada por la Asociación Americana de Medicina Ambiental (AAEM, por sus siglas en inglés) y con categoría de Hospital de Día por la Consejería de Salud de Madrid.

Pilar trabajó muy duro para crear la parte académica de su proyecto, y hoy por hoy es pionera en la formación de profesionales que puedan conocer y tratar esta patología.
Sin síntomas no hay alarma

«Nuestros cuerpos pueden adaptarse a las situaciones adversas que encuentran en su vida cotidiana llena de tóxicos pero la adaptación no es buena en el tiempo ya que perdemos nuestra capacidad de reaccionar y las alarmas que nuestro organismo tiene programadas ante los problemas se empiezan a silenciar. La medicina tradicional apoya la tesis que «sin síntomas no hay alarma» y la medicina ambiental sabe que nuestro cuerpo se adapta de forma silenciosa pero llega un momento en el que nuestro organismo se sobrepasa y deja de tener la capacidad de eliminar tóxicos y es cuando surge la enfermedad: cáncer, fibromialgia, SQM….», señala.

Cien mil sustancias sin evaluar

El principal problema respecto al SQM es su desconocimiento, y la escasa preocupación y prevención por parte de los organismos sanitarios. «La situación ideal es que cada vez que una sustancia se diseñe, los científicos evalúen si dicha sustancia representa una amenaza y que después de ser lanzada al mercado se siguiera investigando para que si se descubriesen algún riesgo para la salud se retirara. Un simple dato nos hace darnos cuenta que no ha sido así: menos del 1% de las 100.000 sustancias diseñadas por el hombre y comercializadas han sido evaluadas débilmente sobre los efectos en la salud y el medio ambiente».

Rubén Franch, fontanero de 44 años, ha sido uno de los 500 pacientes que han pasado por la UCA de la Fundación. «Hablamos» con él por correo electrónico a través de su mujer, Rosalinda, porque aún no puede exponerse a situaciones cotidianas.

«Todo empezó con 39 años, con dolores por la zona lumbar y flancos abdominales. Después llegó la fatiga, agotamiento extremo, picores, hormigueos, trastornos intestinales, dolores y espasmos musculares por todo el cuerpo, pérdida de memoria, dificultad de concentración, de capacidad cognitiva», nos explica.

«Pasé por un sinfín de especialistas, incluido el psicólogo, sin ningún diagnóstico claro, hasta que di con la Fundación Alborada cuatro años después», afirma. Esta es una situación que se repite en casi todos los casos, con un retraso en el diagnóstico de más de tres años.

Inmunoterapia y saunas

Rubén llegó a la Fundación muy intoxicado, por lo que reconoce que su evolución está siendo muy lenta, pero ahora por fin ve que avanza sobre seguro. Su tratamiento se basa en vacunas de inmunoterapia a dosis bajas, que llegan desde Londres por medio de la Fundación, suplementos por vía oral y sueros por vía intravenosa, saunas, oxígeno y sobre todo cambios en la alimentación y en la parte ambiental para evitar todo tipo de químicos y eléctricos (perfume, suavizante, lacas, TV, radio, teléfonos, etc.).

Cómo reducir nuestra toxicidad química

marta de andrés madrid

Ventilar todos los días para actuar contra los componentes volátiles llenos de partículas toxicas.
Evitar el uso de de productos de limpieza, ambientadores o pesticidas domésticos que contengan sustancias como ftalatos, bisfenol a, epicloridrina, hidrocarburos orometicos o policicliados. Solo hay que mirar la etiqueta. Esto es, limpiar sin «ensuciar» químicamente.
Cambiar los ambientadores por aceites esenciales, hierbas aromáticas y flores secas, agua hervida con canela y clavo, una bandejita con bicarbonato absorbe olores.
No utilizar insecticidas como los productos para las polillas o los mosquitos. Mejor guardar la ropa en bolsas para las polillas, tapar la comida para evitar hormigas, las aromáticas para los mosquitos…
Pintar con pinturas ecológicas o fabricar nuestra pintura con aceite de linaza y pigmentos naturales.
Lavar la ropa con bicarbonato y dejar de utilizar detergente de lavadora y suavizante.
No consumir agua del grifo ni embotellada en plástico. El agua embotellada siempre hay que comprarla en vidrio e intentar poner filtros. Nunca utilizar tuppers de plástico, siempre de cristal.
Evitar las moquetas sintéticas. Son un foco de tóxicos así que es preferible comprarlas de materiales naturales como el coco.
La ropa, mejor de algodón ecológico. Los tejidos anti manchas, anti arrugas… suelen tratarse con sustancias muy tóxicas. También llevar la ropa al tinte es perjudicial.


Via abc.es

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